Un animal libre, criado de forma natural en un espacio perfecto, obteniendo una carne de máxima calidad y sabor extraordinario.
Un espacio perfecto para la crianza en libertad de estos animales que son pastoreados con esmero y cuidados para conseguir la excelencia de su carne. Muchas de las propiedades más apreciadas del cerdo ibérico se deben precisamente al tiempo que pasan alimentándose y engordando en este espacio singular, que se adapta perfectamente a sus necesidades.
un entorno natural y un ecosistema únicos: extensos bosques abiertos de encinas y alcornoques, con un sotobosque conformado por pastizales y matorrales. La importancia económica de este territorio de indudable valor ecológico se sustenta en su utilización como espacio apropiado para la crianza del ganado y para actividad cinegética.
La excelente alimentación y el ejercicio que realiza el cerdo que corre libremente por la dehesa contribuyen a la formación de sus músculos y a que la proporción entre grasa y carne sea la apropiada para formar el veteado único y característico que distingue a esta raza. Esta forma de crianza resulta además crucial para conseguir la excelente la calidad organoléptica de su carne.
La fase de engorde en las dehesas es de octubre a marzo. Este periodo se conoce como “montanera”. Durante ese tiempo, el cerdo se nutre exclusivamente de bellotas y pastos, que son ricos en glúcidos y grasas saludables, sobre todo el ácido oleico que, como se ha demostrado, es muy beneficioso para la salud.